23 de septiembre de 2011

Recuerdos.


Empecé a fumar muy joven. Demasiado. Supongo que aquello me convertía en un hombre aunque hoy entiendo que sólo me convertía en un niño estúpido.
Ya sé que mis asociaciones son, a veces, un poco extrañas porque la historia que voy a contar me sucedió entonces, pero recordada por un hecho de hoy.
Iba en el metro cuando vi a una mujer relativamente joven, vestida de forma moderna, sudadera, vaqueros, zapatillas deportivas casi demasiado modernas ...... y un pañuelo envolviéndole la cabeza. Mentalmente empecé una conversación encaminada a hacerla ver la incongruencia de ese acto suponiendo que lo hagan por la pretendida sensualidad del pelo y, al mismo tiempo, dándome cuenta de la estupidez de intentar juzgar las cosas desde mi ''pensamiento occidental''.
Me daba cuenta de que ante una hipotética pregunta por su parte sobre por qué tapábamos nosotros otras partes de nuestro cuerpo, hubiera carecido de respuesta y fue entonces cuando recordé la historia a la que hacía referencia al principio.
Estaba en un estanco esperando a que acabaran de atender a los clientes que tenía delante y dos de ellos pidieron un tabaco que en ese momento no tenían. Los dos se marcharon sin comprar nada y la mujer que atendía, una mujer pensé que bastante adelantada a su tiempo, me preguntó que qué deseaba. Al pedirle la marca que yo quería y no tenerla le pedí otra y me contestó que eso era lo normal, ¿no?, y a continuación me hizo la siguiente reflexión:
''Estamos tan acostumbrados a una cosa que ni siquiera nos planteamos algo diferente. Al principio nos cubrieron ésto y ésto, y se puso las manos sobre el pecho y el pubis, y hoy es un tabú. Si en lugar de ello nos hubieran tapado .... la nariz y las orejas, hoy el tabú serían ellas y no tendría ninguna importancia que se nos viera el pecho o la entrepierna''.
De ésto hace unos cuantos años y me temo que la mujer no carecía de razón.
Estamos tan acostumbrados a la rutina de nuestras vidas, a los hechos que de siempre hemos dado por sentados, que nos volvemos cómodos y ni siquiera nos planteamos la verdad, la razón o la justicia de aquello que nos rodea. No es lo mismo ver a una mujer, por ejemplo en biquini, que verla en bragas y sujetador. ¡¡Por favor, que desfachatez!!. Pero, seamos sinceros, se ve o se imagina lo mismo. Y no digamos cuando a lo máximo que llegamos es a juzgar, que no a intentar comprender, nada que no forme parte de nuestra rutina, de nuestra vida o de nuestra cultura. A veces pienso que incultura más que otra cosa.
Sí, aquella mujer con su pañuelo me llamó la atención y me recordó los momentos de aquellos debates sobre la conveniencia, necesidad u obligación de llevar esos pañuelos. Aquellos intentos de prohibirlos en las escuelas y demás y las voces, algunas, que se levantaron pidiendo que se adaptaran a nuestra cultura si querían vivir aquí entre nosotros. Si soy sincero a mí lo único que me pareció es que habíamos olvidado la pregunta más importante, que era, quizás, preguntarle a la mujer que lo llevaba si lo hacía por propia voluntad o incluso con orgullo, porque sólo en el caso de que lo llevara por obligación, sólo en ese caso, tal vez tendríamos algún derecho a intentar cambiar una situación semejante.
Tal vez .... es que soy un pasota.

http://www.youtube.com/watch?v=zJuCLNYtyAQ

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